Las artimañas, violencia en el lenguaje y actos simbólicos hostiles por parte de la campaña política de la izquierda populista, su séquito y sus seguidores contra los demás candidatos parecen no tener límite. Si bien no es nuevo que usen mentiras, divulguen noticias falsas o recurran a los ataques ruines y bajos en redes sociales para atizar el momento electoral que vive el país ad portas de una nueva elección presidencial, no puede volverse paisaje que un sector ataque a los demás contendores, no solo jurídica y moralmente, sino que ahora ponga en riesgo sus vidas.
Es inaceptable hacer campaña sucia. Todos los candidatos están en la obligación moral con los ciudadanos de presentar un plan de gobierno serio y con propuestas viables que mejoren la calidad de vida de los colombianos; pero además deben ser respetuosos en el debate. No es incendiando las redes sociales, atacando a la Fuerza Pública, a exmandatarios, a las instituciones y mucho menos al gobierno de turno con mentiras como se gana el corazón de la gente y los votos en las urnas. El juego debe ser limpio.
Rechazo las amenazas vengan de donde vengan, ningún aspirante a un cargo de elección popular debe ser víctima de estas actuaciones bajas y cobardes. La seguridad de los procesos electorales y de los candidatos debe estar garantizada desde el inicio y hasta el final de la contienda. Pero así mismo, es claro y necesario que de existir información sobre posibles atentados o afectaciones, esta debe ser entregada a las autoridades competentes para que sean ellas las que tomen medidas inmediatas que garanticen la vida e integridad, tanto de los aspirantes, como de sus familias. Todos los candidatos, sin excepción, deben ser prudentes y actuar con mesura, difícilmente una amenaza puede ser contrarrestada sólo con ser denunciada a través de las redes sociales. Rechazo cualquier insinuación de que nuestro partido, el Centro Democrático, esté detrás de intentar atentar contra candidato alguno. No hacemos política ruin, sino de propuestas e ideas, con debate y de frente. Así ganamos, no con bajezas como esos mismos le han hecho a nuestro líder y fundador, y a varios integrantes del Partido.
En esa misma línea también rechazo lo ocurrido esta semana en Cartagena durante una correría política del Pacto Histórico, en la que un grupo de seguidores dramatizó un funeral, en el que los ataúdes que cargaban simbolizaban la muerte del candidato Federico Gutiérrez y el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Pero más grave que el odio que reflejan este tipo de actuaciones, a todas luces inadmisibles, por parte de algunos ciudadanos y seguidores de esa corriente política, es que un senador de la República, el senador Bolívar, replique de forma jocosa este acto simbólico hostil a través de sus redes sociales. No senador, no todo se vale con tal de ganar fanáticos y mucho menos votos. Amerita que lo investiguen porque esa acción puede ser un delito. La vida es sagrada y merece respeto, sea de quien sea.
Se acerca la hora cero. Estamos a 23 días de la primera vuelta presidencial y ya es hora de que cesen los ataques y se abra la puerta al debate de propuestas que es lo que realmente debería ocupar a los candidatos. La sensatez y prudencia es necesaria en este momento. Ya es hora de que candidatos como Gustavo Petro dejen de crear cortinas de humo para desviar la atención del electorado frente a temas tan delicados que tienen asidero en su propuesta política como la “democratización” de tierras (que no es otra cosa que expropiación), revivir la reelección para su beneficio (cosa de dictadores) o, peor aún, los escándalos judiciales en los que están inmersos algunos de sus alfiles más cercanos como Piedad Córdoba. Y, en el caso de Sergio Fajardo, que cese su obsesión y críticas sin fundamento contra el Uribismo, contra el presidente Iván Duque, quien está dedicado al cierre exitoso de su gobierno y contra nuestro Partido, que ha sido respetuoso y se ha mantenido al margen de su candidatura y propuestas.
Este agrio panorama solo reafirma que quienes apoyamos a Fico Gutiérrez estamos del lado correcto. Es un hombre centrado en hacer propuestas viables y necesarias, es honesto y no ha necesitado agredir a sus contrincantes para ganar seguidores. Ha dado el debate, habla de frente y sin tapujos, y más importante aún, respeta y defiende la Constitución, la Ley y las Instituciones.
Colombianos, no podemos repetir el escenario de países vecinos como Chile y Perú, donde sus mandatarios, ambos de izquierda, le pintaron pajaritos en el aire a sus electores, pero hoy los obligan a vivir entre turbulencias, errores y caos. Bien lo dijo el expresidente de España, Adolfo Suárez: “Quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro”, y cuánta razón tenía.