María del Rosario Guerra
Es imposible edulcorar lo ocurrido, es indignante que pretendan justificarlo. Con toda claridad e indignación lo escribo: Las Farc y más grupos criminales reclutaron niñas y adolescentes, las violaron, las esclavizaron sexualmente y las obligaron a abortar, matando a muchas de ellas. Esa guerrilla y el gobierno de Juan Manuel Santos decidieron que esto también hacía parte de la “revolución” y era objeto de penas alternativas, de justicia transicional. En resumen: los monstruos que cometieron o apoyaron estos actos miserables no pasarán un día en la cárcel, no pagarán por tanto daño causado y eso tiene el aval de la Corte Constitucional.
¡Es una aberración!
Argumentando que el Congreso de la República carece de competencias, la Corte desconoció la histórica decisión que tomamos en el legislativo para evitar que estos depredadores sexuales resultaran beneficiados en la JEP, un tribunal creado por y a la medida de los victimarios.
Gracias a Santos, a la Corte Constitucional y a la denominada “jurisdicción especial para la paz”, serán simbólicos los castigos a los violadores de niños de las Farc. Ellos podrán seguir tranquilos por las calles de ciudades y municipios. Burlaron el principio de la sociedad de proteger a los menores por sobre todas las cosas. Cometieron delitos de lesa humanidad y nada les ocurrió.
Quienes hicieron posible esta infamia recuerden: los abusadores de niños, en su mayoría, son reincidentes. Muchos de ellos asesinan a sus víctimas.
Asumo el compromiso moral de seguir luchando desde el Congreso de la República para que este referente de injusticia pueda ser modificado y nunca más se repita. Va a ser complejo, desde luego. Algunos de los acusados de promover y ser cómplices de estas conductas contra la infancia y la adolescencia hoy ocupan, también impunes, sus sillas en Senado y Cámara de Representantes. A eso lo llamaron “paz”.
Muchas veces leímos o escuchamos la frase ‘En cada niño nace la humanidad’. Como país, como Estado, como familia y colectivo debemos reflexionar a propósito de ella. ¡Es urgente! Es triste el reflejo que se ve cuando Colombia no defiende ni siquiera a sus niños de los violadores.
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