María del Rosario Guerra
La frase es del Libertador Simón Bolívar y cobró vigencia esta semana ante el debate de control político al que fue citado el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla por senadores del Polo Democrático.
El “show de la izquierda” fue el acostumbrado, pero en esta oportunidad, y lo escribo con tristeza frente a los alcances que ello tiene, incluyó una maraña de temas e inexactitudes para señalar al ministro de corrupto, criminal y exigirle sin argumento válido su renuncia.
Campaña de expectativa, acusaciones infundadas, agravios, suposiciones, malinterpretaciones y la clara voluntad de confundir a la ciudadanía, de hacer daño al ministro y al Gobierno del presidente Iván Duque. Hubo de todo, pero no hubo verdad.
Lo claro es que Alberto Carrasquilla es un hombre honesto y capacitado; lo comprobable es que no existe ilegalidad alguna en sus actuaciones como ministro de Hacienda entre 2003 y 2007; lo documentado es que radicó un acto legislativo para destinar recursos del Sistema General de Participaciones a proyectos de agua potable y saneamiento básico en municipios y departamentos, pero por su renuncia no participó en la totalidad de debates realizados en el Congreso de la República, ni en su aprobación, ni en su ejecución.
No era ministro cuando se aprobó el acto legislativo, ni cuando se expidieron la Ley 1176 y el Decreto 3320 que la reglamentó. 18 meses después de ser ministro brindó asesoría en la materia en unión a un grupo de expertos abogados y financieros.
Para ser concretos: si muchos de los 440 mil millones de los denominados “bonos de agua” desaparecieron por obra y gracia de la corrupción, la responsabilidad es de alcaldes y gobernadores que los ejecutaron, de los órganos de control que no cumplieron con su función de seguimiento y vigilancia, y del Ministerio de Vivienda, responsable de la supervisión del uso de los recursos.
La iniciativa del ministro Carrasquilla se dio en un contexto que sus detractores omiten: Entre 2008 y 2009 el mundo vivía una de las peores crisis económicas de la historia y en Colombia eran casi nulos los recursos para acueducto y alcantarillado. Nadie prestaba. Con el ajuste normativo se encontraron los recursos para que las entidades territoriales desarrollaran sus proyectos. El hoy ministro de Hacienda no se enriqueció con “bonos de agua”, no fue inversionista de proyectos, no compró ni vendió bonos en las emisiones autorizadas por la Superintendencia Financiera, ni hizo parte de los contratos de crédito suscritos con municipios y departamentos.
Lo cierto es que las falsas acusaciones contra Alberto Carrasquilla solo refuerzan a la bancada del Centro Democrático y al Gobierno Nacional para respaldarlo. Tras el derroche y la corrupción de los pasados ocho años, Colombia necesita un ministro con su experiencia y conocimiento para retomar el rumbo de la economía.
Termino con el inicio y citando nuevamente a Simón Bolívar. Ojalá los senadores del Polo Democrático que promovieron al debate tomen nota: “El mejor argumento es la verdad. La mejor política es la rectitud”.