Colombia no solo se rajó en las pruebas PISA, realizadas en abril de 2018, sino que dejó al descubierto graves falencias en algunas áreas de la educación básica, comparado con los resultados de 2015.
Según el informe, en lectura nuestro país obtuvo 412 puntos, 75 puntos por debajo del promedio, obteniendo 13 puntos menos que en la prueba de 2015. Por el lado de ciencias, el puntaje alcanzado fue de 413, tres menos que en la prueba anterior y 76 puntos por debajo del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
En matemáticas prácticamente se mantuvo el puntaje que fue de 391, frente a los 390 alcanzados en 2015, pero aún lejos del promedio que tienen otros países de la OCDE, que es de 489, cifra a la que no solo tenemos que apuntar, sino sobrepasar.
Estos resultados dejan muchas reflexiones. Gran esfuerzo ha venido haciendo el país en cobertura educativa de educación básica, alcanzando más del 90%, pero aún es grande la brecha en educación media donde sólo el 45% de los jóvenes en edad de estudiar están en el sistema. Pero los mayores retos de la educación básica y media en instituciones oficiales es mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje, y la motivación para aprender de los estudiantes.
Excelentes maestros, acceso a nuevas tecnologías, mejor infraestructura educativa y deportiva, más y mejor acceso a transporte y alimentación escolar, y mayor compromiso y participación de los padres de familia en la vida escolar, hacen parte de los ingredientes necesarios para una buena motivación a aprender y calidad en la formación.
Pero, ¿cómo estamos en algunos de esas variables? El país cuenta con cerca de 320.000 maestros para atender cerca de 7,9 millones de estudiantes, ubicados en cerca de 44.000 instituciones oficiales. Quiero resaltar que muy a pesar de los esfuerzos presupuestales y logísticos del Ministerio de Educación Nacional para capacitar y evaluar constantemente a los maestros, lamentablemente siguen muchos sin lograr ser ejes transformadores de la calidad educativa. Y además, el gremio que agrupa a muchos tampoco ayuda; porque en vez de que su prioridad sea la buena educación de niños y jóvenes, parece ser que la política, y la partidista, es para muchos su principal objetivo. Por ello, si bien es legítimo que quieran defender sus intereses, no puede ser que utilicen su importante labor educativa para hacer proselitismo y afectar la calidad educativa.
En materia de calidad de la infraestructura, son cerca de 30.000 instituciones que requieren intervención tanto para mejorar salones, baterías de baños y comedores, como infraestructura deportiva y dotación. Hace unos años se estimaba en $15 billones la inversión requerida para esa tarea titánica. Lamentablemente en el gobierno Santos realizaron un proceso irregular de contratación que dejaron a muchos municipios y estudiantes de Colombia sin aulas y sin dotación. La corrupción se enmochiló la plata.
Ni que hablar de la alimentación escolar. 280 días al año es el calendario escolar que debe asegurar igual número de días de alimentación. Pero tristemente muchos gobernadores y alcaldes en los últimos años no sólo terminaron contratando 3 y 4 meses después de iniciar el año escolar el servicio de alimentación, sino que la calidad de los alimentos no llenaba los mínimos para asegurar los nutrientes necesarios para los estudiantes. Nuevamente la corrupción hizo aguas una buena alimentación. En hora buena el gobierno del Presidente Iván Duque, el Ministerio de Educación y el Congreso, en el Plan Nacional de Desarrollo, ha cambiado el manejo del Plan de Alimentación Escolar (PAE).
Y en materia de transporte escolar, en especial en zonas rurales, ha sido uno de los rubros donde más deficiencias tanto en cobertura como calidad se ha tenido. Por ello asegurar gratuidad para que los estudiantes lleguen y lo hagan a tiempo y sin cansancio es prioritario.
Hablemos del presupuesto para el sector. El rubro de funcionamiento e inversión del Presupuesto General de la Nación para educación preescolar, básica y media es cercano a los $28 billones, sin incluir las pensiones del magisterio que es de $10 billones, para 2020.
Este año 2019, con un presupuesto de $25.5 billones se ha avanzado en la ejecución de 1.362 nuevas aulas se han construido con los $582,2 mil millones contemplados en el presupuesto para infraestructura educativa. De los cuales $275,3 mil millones se destinaron para zonas rurales, incluidos comedores escolares.
Para 2020, el presupuesto para la educación será el más alto de la historia con $44,1 billones. Se han previsto $343 mil millones para construcción y mejoramiento de aulas y 540 nuevos colegios. Otros $230 mm serán dispuestos para mejorar la educación preescolar, básica y media, lo que incluye estrategias de calidad, pruebas Saber, bilingüismo, plan de lectura y primera infancia; entre otros.
$25,7 billones del Sistema General de Participaciones para educación se girarán a los entes territoriales para la cobertura educativa, así como el pago de primas y salarios a 320 mil docentes del país.
Por supuesto que se requieren muchos más recursos para atender los retos de infraestructura, transporte, alimentación y dotación con nuevas tecnologías. Pero como esas brechas vienen acumuladas de muchos años, no puede pretenderse cerrar en un solo gobierno, como el actual, que ha mostrado todo su compromiso con la educación. Pero a pesar de esas falencias, maestros y padres de familia si deben trabajar para motivar el proceso de aprendizaje, reafirmar valores en los estudiantes, contribuir a elevar la autoestima y defender el mejor patrimonio para la movilidad social y el crecimiento como es el aprendizaje.
Si pedimos mayor compromiso a un gobierno, a los padres y por supuesto a los estudiantes, mucho más lo pedimos y deben tener los maestros. Así que Fecode, a pesar que evade la responsabilidad, es tan o igual de responsable por el mal resultado de las pruebas Pisa.