En este momento de incertidumbre global frente al comportamiento del Covid-19, la mirada se dirige a la ciencia y el trabajo científico. Hoy, con impaciencia e incertidumbre, acompañamos esta carrera contra el tiempo para encontrar una respuesta inmunológica que contrarreste la propagación del virus, o una vacuna que ponga fin al contagio.
La ciencia está en todo y la pandemia nos hizo verlo con más claridad. Cuando empezaron las preguntas sobre el coronavirus, Colombia y el mundo acudieron a los virólogos, infectólogos y epidemiólogos para encontrar respuestas a los cuestionamientos sobre cómo hacerle frente a esta enfermedad altamente contagiosa que aún no tiene vacuna.
En esta batalla diaria contra el virus, la investigación y las tecnologías en salud tomaron mayor importancia. La pandemia nos está enseñando que hay cosas que podemos hacer más rápido cuando necesitamos soluciones inmediatas. Prueba de ello son los trabajos realizados por prestigiosas universidades del país para responder a esta emergencia. Por ejemplo, la Universidad de la Sabana, en Bogotá, diseñó un ventilador mecánico invasivo que permite suplir la respiración de pacientes que presentan fallas graves en su respiración, uno de los síntomas del Covid-19. En esa misma línea, la Universidad de Antioquia desarrolló tres prototipos de respiradores mecánicos, que ya pasaron la prueba en animales, y ahora serán testeados en seres humanos, prueba que de ser positiva daría luz verde a su fabricación.
Qué orgullo ver que en medio de las dificultades estamos aportando al desarrollo tecnológico. Aplaudo cada de uno de estos trabajos que muestran que tenemos gran talento en las instituciones de educación superior como en centros de desarrollo tecnológico para responder a algunos de los retos que nos pone el Covid-19. En las solas áreas médicas, Colombia tiene 132 grupos de investigación en categoría A1 reconocidos por el Ministerio de Ciencias.
Precisamente el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, por la pandemia, lanzó la ‘Mincienciatón’, una convocatoria por $26 mil millones que le apostó a investigaciones con resultados, que podían ser escaladas con estos recursos, y que podían aportar de alguna manera a la atención de la pandemia. El llamado fue un éxito: 25 grupos de investigación seleccionados de 1.018 grupos que participaron, con propuestas como cápsulas de aislamiento, placas de nanopartículas de nanofibras para hacer limpieza de espacios (con aplicación en hospitales) y laboratorios móviles, entre otros. Todo un ingenio que hoy debe ser ponderado.
Además, el ministerio destinó más de $249.000 millones para el fortalecimiento de la capacidad diagnóstica de 88 laboratorios de biología molecular. En este tema tengo que resaltar el gran trabajo adelantado por el Instituto Nacional de Salud (INS) en la realización de pruebas en 64 laboratorios, con capacidad para procesar 16.713 pruebas PCR día. Al 11 de junio el total de pruebas analizadas y procesadas fue de 458.324. Su trabajo ha sido ejemplar.
Esta emergencia reavivó la importancia que tiene la ciencia en el mundo. Colombia debe invertir mucho más en investigación e innovación, y el tan cacareado 1.5% del PIB como mínimo de inversión necesitamos materializarlo. Por ello, los recursos de regalías para ciencia y tecnología destinados para las regiones deben no sólo ejecutarse sino hacerlo bien, orientados a formar esas necesarias capacidades regionales y a transformar la estructura productiva, en muchas zonas dando prioridad al agro y a la agroindustria.
La pandemia dejó al descubierto el déficit de especialistas en las disciplinas de la salud y en otras áreas para hacer ciencia. De ahí la importancia de seguir formando jóvenes con doctorado y fortalecer centros de investigación de excelencia en temas estratégicos para el país. Mayor protagonismo debe tener el Ministerio de Ciencia no sólo para hacer frente a los temas de salud que genera el virus, sino también para aportar en la post pandemia. Miremos y escuchemos a los que generan conocimiento para el bienestar ciudadano.