María del Rosario Guerra
Todo ciudadano tiene el derecho a la presunción de inocencia y a que sus jueces sean objetivos en sus decisiones, apegados a la Ley y no sesgados por afectos políticos. Todo ciudadano además tiene el derecho por Constitución y por ley a que se le escuche en versión libre, se le valoren las pruebas, y por supuesto se mantenga la reserva del proceso. Sin embargo, lo anterior parece no aplicar para Álvaro Uribe Vélez.
Un montaje construido sobre mentiras llevó a que el expresidente Uribe sea llamado a indagatoria para rendir cuentas de hechos sustentados por testigos falsos comprados por sus enemigos.
Sí, se valieron de artimañas para construir un entramado de mentiras con el único objetivo de manchar su imagen y alejarlo de lo que hace mejor que nadie, la política decente, cercana al ciudadano, escuchando y craneando soluciones a muchas preocupaciones de los colombianos.
Álvaro Uribe Vélez no le huye al debate, ni a la crítica, ni a que se le investigue, pero como cualquier otro ciudadano si exige se le respete su legítimo derecho de defender su honra, sus actuaciones y de defenderse de los montajes de sus enemigos. Tiene que desenmascarar las infamias en su contra, las mismas que defenderá desde la libertad o desde la cárcel, como él afirmó.
Más de 21.000 interceptaciones ilegales hechas a su teléfono celular, (sin una sola palabra que pueda comprometerlo en alguna actividad ilegal), oferta de beneficios a presos para que lo inculpen de hechos no cometidos y una repentina llamada a indagatoria 20 días antes de las elecciones regionales son algunas de las irregularidades de su proceso.
No siendo suficiente lo anterior, la información del proceso ha sido filtrada a los periodistas que están en contra del Uribismo, muchas veces tergiversada y en otros mal contada, con el único fin de afectar su imagen.
Es triste ver como el hombre que ha dedicado su vida a servirle a la Patria es juzgado por testimonios de delincuentes manipulados por sus malquerientes.
Un presidente que recuperó la esperanza de los colombianos reduciendo el secuestro, las tomas guerrilleras, los atentados terroristas y combatiendo a guerrillas y paramilitares; que generó confianza para que volviera la inversión nacional y extranjera; que tocó el corazón de los más vulnerables con sus programas sociales; que logró que Colombia pasara de ser un estado fallido a uno con crecimiento económico y gobernabilidad, y que cambió la manera de hacer política mediante su permanente presencia en el territorio, como bien él dice, que estará donde le duela una muela a un colombiano; y con los consejos comunitarios que lideró su gobierno esté hoy investigado por los hechos que denunció en su contra. Si bien durante su gobierno hubo algunos errores y faltantes, lo que nunca hubo fue falta de amor y trabajo por la Patria.
A quienes me preguntan por Álvaro Uribe Vélez, ese hombre probo, de mente brillante, frentero, argumentado, trabajador incansable y afectuoso con todos, que hoy está en la palestra pública injustamente, les reitero que creo en él, que lo defiendo porque en tantos años de trabajo por este país lo que he visto es servicio, entrega, principios y visión de futuro para Colombia.
Ya es el gran colombiano. Ya ha hecho historia y está dentro de los primeros y más importantes líderes nacionales y de América Latina. Difícilmente Colombia volverá a tener un presidente de esa altura. No lo dejemos solo en este momento que necesita las oraciones y apoyo de los que creemos en él y lo apreciamos.
Siempre hay una esperanza y es la que tenemos sus amigos y seguidores de que ese pilar fundamental de la democracia que es el sistema judicial actúe en derecho y libre de pasiones políticas en la toma de sus decisiones.
La verdad es la mejor arma para que brille la inocencia, y esperamos que la justicia no la calle.
Estaremos el ocho de octubre en el Parque Nacional de Bogotá, a las 11:00. am., para rechazar las infamias contra Uribe.