En el embarazo hay dos cuerpos, dos vidas, ambas igual de importantes y con los mismos derechos; por eso no puedo entender cómo algunos se atreven tan siquiera a pensar en quitarle la vida al no nacido, al bebé en gestación. Pero además es inconcebible proponer que privarlo de vivir sea un “derecho” que le asiste a la madre o a terceros. La semana pasada, 32 países liderados por Egipto, Estados Unidos, Brasil, Indonesia y Hungría, entre otros, reafirmaron que “no existe un derecho internacional al aborto, ni recae sobre los Estados una obligación internacional de financiar o facilitar los abortos”, declaración firmada y conocida como el Consenso de Ginebra.
A renglón seguido indica el documento que “el derecho a la vida es inherente a la persona humana”, que el aborto es un crimen y al mismo tiempo cuestiona que pueda ser un derecho de los padres matar a su propio hijo en el seno materno. Ratifica también la Declaración que en ningún caso se debe promover la práctica del aborto como método de planificación sexual y reproductiva, ni que exista responsabilidad de los Estados a financiar la repudiable práctica del aborto. Reiteran los países signatarios del Consenso de Ginebra que es la rama legislativa la única instancia para hacer cambios o tomar medidas en este sensible tema. Finalmente, los países firmantes reafirman a la familia como la célula natural y fundamental de la sociedad, e instan para que se adopten medidas de política pública para su protección y fortalecimiento.
Muy apropiado lo exhortado en la declaración del Consenso de Ginebra para nuestro país, en momentos en que la Corte Constitucional estudia una nueva demanda que busca despenalizar totalmente el aborto en Colombia, para dejarlo libre, abriendo así la puerta completamente a esa cultura de muerte. (Lea también: En defensa de la vida del no nacido).
Esta declaración es contundente para poner un tatequieto al denominado ‘grupo de expertos’ de Naciones Unidas (ONU), que están promoviendo el aborto voluntario y que los Estados no apliquen sanciones penales a las mujeres que cometan este delito, ni a las personas o clínicas que llevan a cabo esta aberrante práctica. Es inaceptable que una entidad que se creó, entre otras, para promover el respeto por los derechos humanos, busque negárselo al no nacido, al más indefenso de todos. Hay que recordar que lo que es un derecho internacional es la vida, no el aborto.
El aborto en ninguna circunstancia puede ser bueno para la madre. De un lado, por el riesgo sobre su vida, ese al que se ve abocada con esta práctica; y por otro, por las secuelas sicológicas, afectivas y familiares que deja para la mujer abortar a su hijo en gestación. El aborto es un homicidio, la única diferencia es que uno ocurre en el útero de la madre, y el otro fuera. Bien lo dijo la Madre Teresa de Calcuta: “el país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar, sino a aplicar la violencia para lograr lo que se quiere”.
Si bien es motivo de preocupación el número de casos de abortos en Colombia, en especial entre menores de edad y en zonas rurales, la salida a los embarazos no deseados no puede ser el aborto. Debe fortalecerse la red de apoyo a la mujer y a su familia, como se plantea en un proyecto de ley que está en discusión en el Congreso, y considerar la adopción como una alternativa real para que viva el bebé en gestación y encuentre una familia que lo acoja con alegría y cariño.
El bebé en gestación no es una cosa, es un ser sintiente con su propio código genético, que debe recibir, como su madre, toda la atención en salud, así como el cuidado y afecto que permita su desarrollo. Reafirmo como mujer, madre y ahora abuela que la vida debe ser defendida desde la concepción hasta la muerte natural.